La visión es mucho más que “tener buena vista”. La vista es la capacidad de ver nítidamente de lejos y de cerca. La visión es como rinden nuestros ojos y como nuestro cerebro procesa, interpreta y memoriza la información visual.
Se puede tener muy buena vista y no necesitar gafas, pero que exista un desequilibrio en la visión que nos produzca molestias o fatiga ocular como dolor de cabeza, picor de ojos, cambios de enfoque lentos… estos síntomas nos impiden trabajar con comodidad. Necesitamos que nuestro sistema visual rinda al máximo con el mínimo esfuerzo para afrontar nuestras tareas diarias.
Una vez que tenemos buena vista y un sistema visual efectivo, necesitamos que la información que recogen nuestros ojos sea procesada y decodificada por nuestro cerebro para entender el mundo que nos rodea. La visión es el sentido por el cual más información recibimos del exterior, un 80%.
Finalmente, la información visual se tiene que integrar con el resto de sentidos para tener una buena organización y coordinación de todo nuestro cuerpo.
El papel del optometrista comportamental consiste en valorar todo el proceso por el cual conseguimos una buena visión, diagnosticar la disfunción visual y proponer un tratamiento óptimo para restablecer la función correcta. Según cada caso prescribe si se precisa gafas graduadas, lentes de contacto, prismas o terapia visual, y si detecta signos de posibles patologías deriva al oftalmólogo.
No hay que conformarse con un examen de la vista, hay que ir más allá y hacer una revisión completa. En el caso de niños, cualquier interferencia visual es un gran factor de riesgo para el fracaso escolar. El 30% de dificultades de aprendizaje están relacionados con problemas visuales.