Las lentes de contacto, llamadas también lentillas, son unas lentes pequeñas que se colocan en los ojos sobre la capa lagrimal que cubre la cornea. Fabricadas de diferentes materiales, se utilizan para compensar distintos errores de refracción, como la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo. También son empleadas como lentes terapéuticas, en diferentes lesiones y, o tratamientos oculares. Últimamente están muy en boga las cosméticas, lentes de color, que incluso pueden ser graduadas.
Aunque podamos pensar que se trata de un producto reciente, ya el genial científico y pintor italiano Leonardo Da Vinci investigó sobre el tema. Mientras estudiaba la reflexión y refracción de la luz en medios sólidos y líquidos, observó que al meter la cabeza dentro de un recipiente de cristal lleno de agua, su visión mejoraba, debido a que el recipiente hacia la función de lente y el agua de película lagrimal. Este casual descubrimiento fue el primer estudio que se conoce de lo que posteriormente serían las lentes de contacto.
El principio que había descubierto no fue de nuevo estudiado, hasta que en 1.845 el astrónomo real británico Sir John Herschel, trabajó sobre esta base óptica, utilizando ya la idea de una lente de cristal en contacto con el ojo, aunque no consiguió fabricar ninguna que cumpliese con los objetivos deseados.
No fue hasta el año 1.932, cuando la firma alemana Zeiss realizó la primera adaptación de una lente de contacto. El científico Josef Dallos fabricó la primera lente de cristal con el molde de un ojo vivo.
Las lentes de contacto son el sistema más natural de compensar los defectos visuales, ya que al estar en contacto directo con el ojo no alteran la visión espacial, o sea, el tamaño y la distancia de los objetos observados por quien las lleva.
Existen dos grandes familias de lentes de contacto, las blandas o hidrofílicas y las rígidas, hoy en día prácticamente en su totalidad permeables al gas.