El síndrome de ojo seco es un problema muy frecuente que afecta a la calidad de vida de los pacientes. Se estima que el ojo seco tiene una prevalencia del 7,5% en personas de más de 50 años y del 15 al 33% en mayores de 65 años, siendo más frecuente en mujeres. El ojo seco claramente tiene un impacto significativo en la calidad de vida ya que provoca unos síntomas que van desde una leve irritación transitoria hasta sequedad persistente, escozor, picor, enrojecimiento, sensación de cuerpo extraño o arenilla en la superficie ocular, dolor y fatiga ocular y visual.
Son muchas las causas que pueden producir ojo seco, pero básicamente se podrían agrupar en dos grandes categorías. La primera es la de aquellos pacientes en los que la glándula no produce suficiente cantidad de lágrima y hay una lubrificación deficiente que produce los síntomas de ojo seco. Y el otro gran grupo sería el de los pacientes que aun teniendo una producción de lágrima adecuada tienen una calidad inadecuada, la lágrima es inestable, no aporta los nutrientes y protectores necesarios y se evapora precozmente desencadenando una sequedad en la superficie ocular.
Para minimizar la sintomatología propia del ojo seco se puede utilizar lágrima artificial que proporcionará un efecto lubricante, un reemplazamiento de los componentes de la lágrima natural y la reducción de la osmolaridad ocular, consiguiendo una disminución de la irritación ocular.
Este medicamento se puede encontrar en establecimientos sanitarios como las ópticas y las farmacias.